Por: Karen González
En los últimos meses las calles ibéricas han sido testigo de huelgas universitarias, marchas y protestas. La red está saturada de noticias y blogs de opinión, mientras que los rectores y profesores universitarios españoles -y de toda Europa- trabajan en un proceso que, hasta el momento, se basa en información confusa y contradictoria que obliga a estar de un bando o de otro sin demasiado conocimiento de causa. ¿La razón de tanta pasión? El nuevo sistema europeo de educación de grado, más conocido como Plan Bolonia.
Se trata de un proceso ideado en 1998 por Francia, Italia, Alemania y el Reino Unido en el marco de la Declaración de la Sorbona, donde los signatarios se comprometieron a promover "un marco común de referencia, dedicado a mejorar el reconocimiento externo y facilitar tanto la movilidad estudiantil como las oportunidades de empleo".
Dicho compromiso dio origen al Espacio Europeo de Educación Superior (EEES), instancia que se formalizó en junio de 1999 en la Declaración de Bolonia, de ahí el nombre con que se conoce popularmente. La finalidad del EEES es incrementar la competitividad del sistema europeo de educación superior con otras regiones del mundo mediante la aplicación de una serie de medidas y propuestas, entre las que destacan:
- La adopción de un sistema de titulación comparable, considerando incluso la puesta en marcha de un suplemento de diploma, en pos de fomentar la obtención de empleo y competitividad laboral.
- La adopción de un nuevo sistema compuesto por tres ciclos: una diplomatura o pregrado de duración no mayor a 3 años, el grado de maestría y el doctorado.
- El establecimiento de un sistema de créditos unificados, llamado en inglés European Credit Transfer Sistem (ECTS), para promocionar y facilitar la movilidad estudiantil.
- Cambios con respecto a la financiación; se postula la educación como un bien público que debe ser fiscalizado y se promueve la intervención de privados en sistemas de préstamos estudiantiles.
- Cada universidad podrá proponer sus materias y el enfoque de estas para cada una de sus titulaciones.
Ahora bien, ¿por qué este proyecto ha causado tanto revuelo en las aulas españolas y de Europa en general? Algunos consideran que no se trata solamente de un asunto sobre reformas educacionales, sino sobre si verdaderamente la universidad como institución sigue siendo cuna del conocimiento e investigación por sobre los intereses económicos.
"Hay quienes se resisten a reconocer que asistimos realmente a una captura definitiva de la universidad por el victorioso mercado posmoderno que se sirve para ello del control estatal previo", dice Sebastián Montiel, catedrático de topología y geometría en la Universidad de Granada (UGR).
Además, muchos catedráticos y alumnos sostienen que esta necesidad de generar competitividad y profesionales "capacitados" en menor tiempo no corresponde con la demanda actual de profesionales en Europa, y que esta no cambiará abruptamente de aquí al 2011.
Por su parte, la Asamblea Universitaria de Málaga señala en su declaración oficial que "las principales críticas surgen no en torno a la declaración en sí (Bolonia, 1999), sino a la forma que se está implantando en el Estado español".
Consideran que los principales puntos cuestionables son la escasez de inversión pública, la exigencia de una formación especializada y que cuesta dinero y la desaparición de becas compensatorias o de residencia en las maestrías.
Es así como la comunidad académica española y europea está dividida frente a temas como la movilidad estudiantil, la competitividad, los estudios de posgrado y la privatización del conocimiento, en un proceso que para muchos no ha sido transparente y claro respecto de los nuevos cambios, pese a que viene gestándose hace más de diez años.
En abril de este año se realizará una nueva reunión bienal de países miembros, en Lovenia, Bélgica, para ajustar los últimos detalles de este plan que debe estar implantado en Europa en el período lectivo 2010-2011. España tendrá que transmitir su experiencia a otros países, y juntos tendrán que hacer mea culpa, si corresponde, de sus errores de gestión.
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